Hidratación y ejercicio
Mantener un balance hídrico adecuado durante la práctica de ejercicio es clave para que el rendimiento no se vea drásticamente reducido al pasar los minutos de práctica.
1.1. La Rehidratación en el ejercicio
La pérdida de agua y de líquidos durante el ejercicio tiene una influencia negativa tanto sobre el rendimiento como sobre la integridad física del deportista, lo que pone automáticamente de relieve la importancia de la sustitución de los líquidos perdidos y por lo tanto de la rehidratación, problema nada sencillo, ya que se trata de escoger el momento más idóneo y cumplir las condiciones que permitan al agua y a los líquidos ingeridos ser absorbidos en el tiempo más breve posible.
Para ello hay que tener en cuenta el tiempo de permanencia de los líquidos en el estómago y las modalidades de absorción del intestino. Estos parámetros dependen de la composición de los líquidos ingeridos, de las condiciones de equilibrio osmótico entre el plasma, los líquidos intersticiales de los tejidos y el contenido intestinal.
El vaciamiento gástrico es el primer problema que se presenta y ya a este nivel las variables que lo influencian no son pocas. Los factores principales que modifican el vaciamiento gástrico son: la temperatura de los líquidos, el contenido de sodio, el pH, y en general la composición del líquido mismo (concentración y tipo de hidrato de carbono, contenido en proteínas, grasas y tamaño de las partículas). Entran en juego además, ansiedad y estrés emocional, el contenido de la comida previa,
la respuesta hormonal a la comida previa, las condiciones ambientales, el ciclo menstrual, etc.
El control del vaciamiento gástrico está regulado por mecanismos neurológicos y hormonales en respuesta al volumen, a la presión y a los receptores para las grasas y aminoácidos, distribuidos en el estómago, duodeno y yeyuno. El volumen de los líquidos introducidos influye sobre la presión intraparietal y los receptores de la mucosa gástrica responden a la distensión de la pared y a la presión, aumentando el vaciamiento. Así, a mayor volumen de fluidos ingeridos mayor será la velocidad del vaciamiento gástrico. Sin embargo, esto se cumple hasta un volumen de 600 ml, a partir del cual no tienen por qué mantenerse dicha relación. El tipo de ejercicio y el ambiente también tienen su peso. El vaciamiento gástrico en reposo es más o menos igual al correspondiente a un ejercicio de intensidad moderada (40-75% VO2 máx.). Una reducción del vaciamiento se nota, en cambio, durante la actividad física de mayor intensidad (superior al 75% VO2 máx.) y en ambiente cálido (35 ºC respecto a 25 ºC).
Diferentes modalidades de ejercicio pueden modificar no sólo la cantidad de líquidos ingeridos, sino también su vaciamiento desde el estómago. Por ejemplo, los corredores consumen menor cantidad de líquidos que los ciclistas, no sólo por las dificultades en su ingestión, sino porque el movimiento en el estómago puede además resultar desagradable. Esto significará una menor ingestión y por tanto un menor vaciamiento gástrico. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que el correr puede ayudar al vaciamiento gástrico por el movimiento mecánico, incrementando la presión intragástrica. La intensidad de la carrera puede modificar la permeabilidad intestinal y reducir el flujo sanguíneo en el intestino, factores ambos que pueden explicar en parte las alteraciones intestinales asociadas con carreras intensas. Es decir, el efecto de un determinado deporte en el vaciamiento gástrico y en las posibles alteraciones gastrointestinales va a depender de la naturaleza e intensidad del ejercicio, del tipo de movimiento realizado y de la cantidad de líquido ingerido.
El estudio de la influencia de la ingestión de bebidas sobre los parámetros fisiológicos ha evidenciado cómo la ingestión de bebidas con moderadas cantidades de hidratos de carbono (2,5-10%) y electrólitos comporta resultados parecidos a la simple ingestión de agua, por cuanto concierne al mantenimiento del volumen plasmático, a la osmolaridad del plasma, al contenido total de proteínas, al volumen de sudor, a la temperatura rectal y de la piel, a la concentración de sodio y potasio y a la frecuencia cardiaca durante la actividad.
La restauración de los líquidos durante ejercicios continuos atenúa la reducción del volumen plasmático debido a la deshidratación, y mantiene la osmolaridad del plasma, ayudando así a la homeostasis termorreguladora y cardiovascular. La ingestión de bebidas con hidratos de carbono y electrólitos durante el esfuerzo tiene el mismo efecto del agua pura por lo que se refiere al volumen plasmático y a la frecuencia cardiaca. Mantiene, sin embargo, una temperatura rectal más baja.

Velocidad y cantidad de absorción son función de los solutos y existe toda una serie de mecanismos de compensación de gran complejidad, que pueden ser fácilmente puestos en evidencia por algunos experimentos. Así, soluciones hipertónicas introducidas directamente en el intestino drenan rápidamente agua en el lumen intestinal o 200 ml de comida hipertónica introducidos directamente en el yeyuno determinan en 40 minutos una disminución del volumen del plasma del 20-30%. Para prevenir la entrada rápida de una excesiva cantidad de líquido hiperosmótico en el intestino, el líquido es vaciado lentamente del estómago al intestino para permitir al efluente gástrico convertirse en isoosmótico atravesando el duodeno.
En el duodeno hay un proceso de dilución activa para hacer isotónicas las soluciones hipertónicas, y en el yeyuno una absorción del soluto para llevar los contenidos intestinales a una osmolaridad semejante a la de los tejidos. Es muy interesante e importante a la vez considerar el efecto que deriva de la presencia de bebidas de glucosa y sodio, por su gran uso en medicina deportiva. La absorción de agua a través de las membranas del intestino es significativamente acelerada por el transporte activo de glucosa y sodio, por la neutralización de los ácidos en el lumen intestinal y por la absorción pasiva de potasio y otros solutos. No está muy claro qué tipo de hidratos de carbono es el más idóneo para favorecer su absorción y la del agua. La glucosa contenida en los polímeros de maltosa se absorbe mejor que la incluida en otras formas. Respecto a la fructosa, se sabe que no compite con la glucosa por su absorción, pero ésta es más lenta, no necesita sodio como transportador y tiene una cantidad límite, por encima de la cual se producen molestias intestinales, incluidas las diarreas y los vómitos. Una pequeña parte de la fructosa ingerida durante el esfuerzo escapa a la acción metabólica del hígado y se dirige al músculo, donde apenas puede ser utilizada debido a la escasa cantidad de fructokinasa presente en este tejido. Sin embargo, este azúcar posee algunas ventajas sobre los otros, pues no necesita insulina para su metabolismo y es mucho más dulce.
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